La piel de cada persona es tan distinta a las demás como lo son sus huellas dactilares. Pues además de considerar factores como el color y la edad, también hay que tomar en cuenta las lesiones que hay sufrido y su propio proceso de cicatrización.
Lo ideal sería practicar un tratamiento para ayudar a restablecer las partes afectadas y mantener el equilibrio integral de la dermis. Y justamente eso es lo que hace el fotorrejuvenecimiento facial, el cual disminuye notablemente las imperfecciones de la piel del rostro y le proporciona una textura y tonalidad uniformes.
La técnica utiliza emisiones de luz pulsada intensa (por eso también se llama así), que al contar con un amplio espectro de color e intensidad son mejor absorbidas por los tejidos y pueden regular más fácilmente la apariencia del cutis.
En las aplicaciones se puede modular el color espectral, la duración de las pulsaciones -por lo general, cortas- y el grado de calor de la luz. Así habrá longitudes de onda especiales para los signos del envejecimiento –arrugas y patas de gallo- y otras para lesiones como las manchas de acné, cicatrices, entre otras.
Se pueden combinar las emisiones de tal modo que lleguen a estimular el colágeno de la piel sana y extenderlo por el resto del rostro. Y también puede servir para una depilación completa, en lo que se conoce como fotodepilación (que parece tener los mismos o mejores resultados que la depilación láser).
Antes de someterse al fotorrejuvenecimiento facial se requiere una evaluación médica para determinar la calidad de la piel, su fototipo (color) y resistencia a las emisiones de luz. Y una vez con los resultados, conocer al detalle de las máximas y mínimas posibilidades de mejoría que puede ofrecer.
Lo bueno es que durante el proceso se puede ir variando el modo de aplicación de acuerdo a la reacción del paciente, que si es favorable puede ampliar el tratamiento al cuello y escote.
Fuente: web de la belleza